Y llega así, súbita, la necesidad de hablar de las pequeñeces, tanto por y para mí como por y para ustedes. Mi entrada «El beso de una musa» -que recomiendo leer antes de este texto- es un cuento que trata de un viejo escritor que «ahora enfermo terminal de algún mal innombrable» descubre que tras haber alcanzado la fama en otra época, una en la que el alboroto del éxito sesgó su mirada como a un caballo de carreras, se olvidó de las cosas simples y bellas, de aquellas «insignificancias de las que se enriquece la vida y la cotidianidad», o como a mí me gusta llamarlas, pequeñeces.
Estas son para mí las cosas simples de la vida, del día a día, que son agradables, tranquilas, familiares. Aquellas sensaciones, recuerdos o lo que sea que ni siquiera tienen por qué calmarnos o agradarnos, pero que son hermosas por su contexto y por lo cotidianas que resultan. Una palabra, un sonido, un olor, una mezcla de las anteriores, todas pueden ser pequeñeces.
En los últimos meses he escuchado muchas canciones -al igual que en los muchos meses previos a esos-, y he descubierto una cierta fascinación por las canciones que parecen un listado de pequeñeces, algo así como un recuento o una selección precisa de momentos cotidianos. Canciones como Suspense de LosPetitFellas:
» Los juegos de mesa que acaban en la cama,
LosPetitFellas – Formas para perderse o I.D.E.A.S (2017)
el sol insoportable y uno en llamas,
las calles que andamos y los rostros que jamás vas a olvidar,
los amigos que te encuentras por casualidad en el mar.»
Al lado del camino, de Fito Páez:
«Yo era un pibe triste y encantado,
Fito Páez – Abre (1999)
de Beatles, caña Legui y maravillas,
los libros, las canciones y los pianos,
el cine, las traiciones, los enigmas.
Mi padre, la cerveza, las pastillas, los misterios, el whisky malo,
los óleos, el amor, los escenarios,
el hambre, el frío, el crimen, el dinero y mis 10 tías,
me hicieron este hombre enreverado.»
O St. Ides, del rapero Macklemore:
«Todo el tiempo sabiendo a dónde ir,
discutiendo con los amigos sobre quién va a manejar,
escuchando a Goodie Mob como algo de comida para el alma,
hasta las dos de la mañana,
cuando la lluvia golpea el parabrisas,
y todo está quieto,
nada es realmente un gran problema,
una mano en el volante,
y vamos a estar bien.»
Macklemore & Ryan Lewis – This Unruly Mess I´ve Made (2016)
Son grandes ejemplos de obras que buscan rescatar algo de esa cotidianidad extrañamente cautivadora que, a pesar de rodearnos, parece necesitar ser recordada por medio del arte.
Surge, pues, la necesidad de preguntarnos ¿por qué resulta la cotidianidad algo tan reconfortante, a la vez que lejano? Para responder a esta pregunta veremos lo que nos dicen tres ramas: la definición textual de la cotidianidad, el punto de vista desde la música y por último el de la filosofía.
Según la RAE, la «cotidianidad» es aquello que tiene un carácter de cotidiano -la RAE siempre tan útil-, o de diario. Algo común, corriente, rutinario. Por otro lado, la música -por lo menos desde los casos que ya he nombrado anteriormente- hace algo muy particular: como las cosas cotidianas suelen pasar desapercibidas en el día a día, al otorgarles un espacio en una canción estas sobresalen mucho, pues es algo que conocemos pero a la vez no, como escuchar esa palabra que sabemos de un idioma completamente ajeno al nuestro. Por eso líneas como «los amigos que te encuentras por casualidad en el mar» tienen tanta fuerza, porque a diferencia de las letras de otras canciones saca el protagonismo del cantante y se lo da al oyente, como una llama olímpica, como diciendo «¿no es así?». Apela al oyente y lo hace imaginar a sus amigos -no a los del cantante-, el mar, su vida.
Desde la filosofía vemos muchos puntos de vista a la vez que ninguno, ya que la filosofía en cuanto a conceptos tiende a girar en torno a ideas abstractas pero aplicables a la vida diaria. Sin embargo, una corriente de pensamiento que nos puede ayudar mucho a entender no la cotidianidad, sino el aporte que hace la filosofía a lo común y corriente es la del estoicismo.
El estoicismo es básicamente la idea de que no somos los responsables de lo que pasa a nuestro alrededor, pero lo somos en cuanto a la respuesta que damos a nuestra situación. Esta idea de responsabilidad, según los estoicos, se adquiere por medio de educarse en cuatro valores fundamentales: la sabiduría, la moderación, el coraje y la justicia. Si logramos alcanzar este estado, podremos acoplarnos a nuestra cotidianidad de mejor manera.
Ahora bien, podemos concluir que la cotidianidad es algo que es común y rutinario, que casi no depende de nosotros aunque somos nosotros quienes decidimos cómo responder a esta realidad, y que por medio del arte podemos verdaderamente preguntarnos y develar lo que nos rodea siempre pero nunca vemos.
Creo que la cotidianidad nos resulta acogedora y atractiva porque es segura. Porque en la mayoría de los casos nuestro día a día, con sus percances y problemas, es todo lo que conocemos. La cotidianidad nunca nos ha fallado a la hora de movernos, de comer, o al asegurarnos un día nuevo a la mañana siguiente, y por eso nos hace sentir cómodos, porque es lo que somos y hemos sido, y algo que nos promete no cambiar.
Deberíamos ser más conscientes de estas cosas pequeñas que nos rodean, que nos hacen sentir felices, melancólicos o tristes, pero que al final nos recuerdan que estamos vivos, y que todo va a estar bien.
Como experimento comenzaré a escribir textos como este: Pequeñeces Vol.1, que buscan rescatar, desde el anonimato y la humildad de este blog, aquellas pequeñeces que a veces necesitamos recordar antes de enfrentarnos al mundo un poco más grande que nos rodea.