La puerta, ni abierta, ni cerrada, los dedos entrecruzados, dos manos, cuatro con sus sombras, el espacio entre un labio y el otro, la luz que se cuela por las persianas, una partícula de polvo, un lado oscuro, el otro coloreado de sol. Afuera el mundo entero, adentro tú. Afuera el resquicio de esperanza, adentro también.