Se lleva un cigarrillo a la boca, busca el encendedor entre sus bolsillos, de sus labios escapan hilillos de vapor. Ha nevado hace poco y con los años su chaqueta ha ido perdiendo el grosor que tenía antes. Ahora el frío puede colarse por entre las comisuras de su ropa y helarle los huesos si quisiera. Pero no ocurre. Está demasiado concentrado como para sentir el frío. Demasiado excitado, también.
Un olor a perfume parece llegarle de la nada, como suelen llegar los recuerdos y los aromas que se extravían. Mira a su derecha. Luego a su izquierda. Pensó que ella llegaba.
Sus ojos acaban por estancarse en algún punto desdibujado de la acera, mientras que por su cabeza comienza a rodar una breve película de esta noche. La imagina volviendo a su apartamento, el olor a vino barato escapando de sus labios, el vestido desajustado. Traga saliva y recuerda que no ha encendido el cigarrillo. Las nubes de humo toman formas delgadas y curvas, como serpientes o cabellos, y se distrae observándolas. Comienza a nevar.
Camina hacia una pizzería cercana. Sus zapatos dejan huellas en el pavimento blanco y la nieve cruje. Por un momento fugaz la imagen de su padre cruza su mente, pero desaparece pronto. Mira su reloj, ella aún no llega y se hace tarde. Hace frío.
Toquetea el cigarrillo, la ceniza ensucia la nieve del suelo y una campana suena atrás suyo. Le pregunta alguien desde la puerta de la pizzería que si quiere entrar. No, estoy esperando a alguien. Hasta luego, le responden, y la puerta se cierra.
Intenta recordar aquel pensamiento perdido de su padre mientras acaba el cigarrillo, cuando descubre una pequeña polilla blanca que intenta acercarse a la luz del local. Es extraño, ya que las calles están bien iluminadas, pero aún así decide ir tras el brillo opaco del restaurante. Revolotea, revolotea. Se detiene en la ventana.
El cigarrillo está a punto de acabarse, deben quedarle dos caladas más, a lo mucho tres. La polilla está quieta, con sus alas gachas, viendo la luz del interior. Alguien abre la puerta, la polilla retoma su vuelo para intentar entrar, el cigarrillo se estrella contra sus alas, con fuerza. Se chamusca despacio.