Un momento, un instante fugaz, un segundo muy largo. Y todo el mundo se detiene.
¿Lo sientes?
La tierra detiene su rotación, el mundo suena por un instante como el principio de una implosión, como el eco de un tren rebotando en frías paredes de granito. Todo es tan silencioso y aterrador por un instante, que casi deseamos el caos. Esperamos que una granada atraviese las ventanas y se lleve consigo las cortinas y los muebles y los pisos. ¿Qué no daríamos por que un bus descarrilado chocara contra un poste a ciento cuarenta kilómetros por hora y lo llevara como un búfalo hasta el fondo de aquella cafetería, y le devolviera el ruido a este mundo tan mudo, y nos hiciera olvidar lo silenciosa que es la noche?
El mundo, por un momento, por un instante efímero, ha detenido su marcha. Abrió sus alas como las aves que empiezan a aterrizar, se detuvo en el lugar exacto en que un plato se mantiene al borde de la mesa, calló como las calles de las ciudades más tristes en la tierra.
El mundo se volvió un océano sin vientos, una muñeca de porcelana que siendo pasajera de un naufragio se mantiene hasta hoy intacta en el fondo de las aguas. Se convirtió en las sombras de la Fosa de las Marianas, en la trocha superficie de un planeta solitario, en la triste vida de una roca que lleva millones de años ahogándose en algún pozo de aguas subterráneas. Es el sonido del cielo cuando los grillos y los sapos y las lechuzas duermen, el lamento en la mirada de un perro sin dueño, el desconocido llanto de los granos de arena cuando los arrastra el mar.
¿Cuál es el sonido de los charcos que se secan?, ¿qué pobres palabras susurraban las cobijas con que cubrían a los muertos en los campos de Europa?, ¡con qué ligereza de pies se esfuma el humo cuando lo escupimos al cielo! y ¿de qué hablarán las nubes que en él habitan?
Hoy el mundo se ha parado, y solo suenan los carros de la avenida, y las teclas del computador, y los suspiros de quien intenta retomar el aire después de un largo llanto, porque esos son los únicos sonidos capaces de pelear contra el yunque de la mudez que hay en todo lo demás.