El pasto está alto.
Desde la ventana de la cabaña te busco,
juro que te busco,
pero el pasto está muy alto.
Salgo de casa,
con el corazón en la boca,
palpitándome con la desbocadez del amor que se pierde,
te busco.
Llamo tu nombre a los gritos,
me duele el nombre de tanta angustia,
pero no te encuentro.
Un perro que avanza entre los pastizales aúlla lastimero,
él también sabe lo que es perder el amor.
No estás en el pueblo
-eso siempre lo he sabido:
nunca has estado-,
pero tampoco en la lejanía te siento.
Solo puedo ir a buscarte a la pradera
-¿la recuerdas? siempre quise besarte en la pradera-,
pero hay un problema,
el pasto
no deja de crecer
y de crecer.
Lo veo:
verde se alarga a cada rato,
y centímetro a centímetro ya mide una eternidad de largos cabellos
de limas.
Ya sé que no debería entrar a buscarte,
pero cuando intento desistir encuentro una avellana en el suelo,
luego otra,
otra,
y otra.
Sigo el camino de avellanas,
que se te riegan de los ojos desde que te conocí,
y en esas me adentro en los pastizales.
El pasto está alto
y creo que desde la ventana de la cabaña
ya no me pueden encontrar.
Photo by Nicolas Postiglioni on Pexels.com
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