Decidí tomarme este blog en serio – verdaderamente en serio – hace más o menos un mes, cuando comencé a publicar entre una y dos veces al día. Costase lo que costase, estaba dispuesto a poner todo mi empeño y tiempo libre en producir textos buenos, creativos y ágiles cada día. Sin embargo, hace más o menos una semana comencé a publicar menos e incluso a pasar largos periodos sin publicar, problema que venía resolviendo a lo largo del mes. Hoy quiero hablar de eso, de lo difícil que puede llegar a ser aquella acción de sentarse y escribir.
Hace poco me topé con las ideas del autor norteamericano Steven Pressfield acerca de la dificultad de escribir, y en particular me detuve con lo que él llama la «Resistencia». La resistencia es básicamente el concepto en el que Pressfield reúne todo aquello que se opone a nuestro objetivo, ya sea a nivel profesional y artístico – como lo puede ser escribir constantemente para un blog – así como a nivel personal – todas esas excusas que nos inventamos a la hora de ir al gimnasio, hablar con esa persona que vimos en un bar, inscribirnos al curso de baile del gimnasio de la cuadra, etc -.
La resistencia puede venir en muchas formas, aunque la más popular – y con la que desgraciadamente me he topado más veces – es la procrastinación. Esta acción, probablemente conocida por todos, es la de postergar o aplazar proyectos y tareas que tenemos que hacer. La sufrimos en el colegio, la universidad, la oficina, entre otras, aunque esta se torna verdaderamente cruel cuando se trata de emprendedores y personas que no tienen un horario específico de tareas.
Por ejemplo, yo no estoy obligado a escribir en este blog. No gano dinero ni afecto a nadie de mi «oficina» si me ausento del blog un par de semanas y lo abandono, mas sin embargo esto representa un gran problema y reto para mí, y es ¿cómo organizarme y hacer de este blog una disciplina sin necesidad de que alguien me presione a hacerlo, sino más bien desde mi interés?.
Muchas personas podrían imaginar que si mi pasión es escribir, hacerlo como un hábito y realizarlo cada día sería sencillo, pero eso no es cierto. Seamos honestos: sin importar nuestros gustos y hobbies hay un punto, un maldito punto en el que preferiríamos no hacer nada. ¿Cuántas veces no ha inventado una rutina para ir al gimnasio que ha abandonado a los cuatro días? o ¿cuántas veces no se ha impuesto un nuevo hábito que acabó por perder a la semana?. Es natural que el ser humano prefiera no hacer nada y ahorrar bien esa energía a salir a crear situaciones que le traerán trabajo e incomodidad por su constancia; la clave es recordar las palabras de H. Jackson Brown Jr. en «El pequeño instructivo para la vida, volumen II»: «No confundas felicidad con comodidad».
Es fácil estar cómodo y es aún más fácil no hacer nada para cambiarlo; sin embargo, tenemos que recordar que para ser verdaderamente felices tenemos que romper nuestra comodidad, como atravesando una metamorfosis de prioridades, y debemos mantener nuestras ganas y nuestro aguante intactos. Tenemos que seguir trabajando cada día para alcanzar lo que queremos y reconocer los momentos en los que la Resistencia nos está ganando, para cambiar y trabajar por lo que queremos, hasta que le quitemos la mayúscula a ese adversario.
Pd: algo que me ayuda a mantener mis hábitos cada día es recordarme que mi meta no es ni a un mes, ni a un año ni a diez, me digo: «no es tan difícil, solo tengo que hacer esto hoy». Luego, me lo repito cada día.
Cuando empecé mi blog, hace ya unos cuantos años, escribía todos los días y lo hacía sin esfuerzo. Estaba muy ilusionada y fui capaz de mantenerlo así durante mucho tiempo. Es que disfrutaba. Creo que esa es la clave, disfrutar, ponerle pasión.
Y día a día se crea un hábito, entonces sale casi solo.
Ahora escribo muy poco pero es por otras razones distintas a la pereza.
Me gustó tu entrada.
Un saludo.
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Claro, influencia muchísimo, aunque sin disciplina creo que a veces la pasión puede flaquear.
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Un saludo!
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