Vámonos al mar,
a la mar,
a amar,
o como sea que le llamen los marineros,
o los amantes,
a ese lugar al que los enamorados salen a navegar,
y a encallar,
y a mar.
Vámonos a ese lugar – entre las rocas de cangrejos, ¿sí sabes? –
al que todos los que quieren naufragar llegan,
como las olas,
y vienen,
y se van.