Miro por la ventana mientras escucho la canción. Es lenta, apenas un rayar suave de la guitarra, amable, gentil. No escucho casi la voz de la cantante, pero oigo la guitarra a la perfección. Noto cómo la ceniza de la punta del cigarrillo se comienza a deshacer, así que inspiro largamente una vez más, cierro los ojos por un momento y expulso el humo a la vez que arrojo la colilla hacia el vacío. Extraigo la cajetilla de mi bolsillo, me quedan dos cigarrillos. Tomo uno y me lo llevo a la boca, pero antes de encenderlo me asomo un instante por el marco de la ventana y miro hacia abajo. Es de noche y hoy no pasean taxis ni enamorados por las calles. Me pregunto cuánto tardarán en encontrar mi cuerpo cuando se estampe quince pisos bajo mis pies. Enciendo el cigarrillo.